dilluns, 14 de febrer del 2011


Chemestry | Kimya Dawson



Un dia tendremos ochenta años, tendremos ochenta años y nos casaremos, seremos los decorosos out-going, el erasmus de repesca. Andaremos en los mejores clubes nocturnos hasta reventar los taca-taca y por la mañana, ausentes de resaca desayunaremos, en el jardin de nuestra casa destartalada, panqueques y té rojo con leche, regalaremos risas destroza-dentaduras-postizas al vientecito de primavera y yo me mancharé la naríz con la tarta de fresas. Nos contaremos las mismas histórias una y otra véz, añadiendoles girnaldas de fantasia que las harán más heróicas y divertidas, me recordarás el perfume que lucía a los veite años y escucharemos fados y tangos porque seremos la mar de internacionales. Los gaticos jurarán con los caracoles de las macetas de barro y todos los amigos, nuestra familia, sabrán que escondemos la llave de casa bajo la piedra entre el geránio y el bote de canícas. Con la experiencia de la edad, y la dignidad que la misma alporta un dia tras el paseito vespertino, tipico ya a estas alturas del verano, llegaremos a casa y encontraremos a las valencianas con el brasileño preparando brigareiro y unos vasitos de yougurt llenos de vinho do Porto, Ferreira quince años, que degustaremos mientras Cristina, Luís y Laura esten de camino, que llegan tarde porque han parado a comprar cebollas zanahórias patatas y huevos, que hoy cenamos en família, y el cochecito amarillo que los trae es casi tan viejecito como nosotros. Reiremos como lo hemos hecho siempre y divagaremos sobre cucharas y cucharones.
Un dia tendremos ochenta años, y mi melena blanca me llegara a las costas, y la recogeré con un pincel viejo. Tendremos ochenta años y ya no sufriremos, los hijos independientes, la muerte de los padres muy lejana ya.
Tendremos ochenta años y todo el barrio nos querrá.